lunes, 24 de septiembre de 2007

La casa de los Massana en Suchitoto.

Nota del editor: estos correos se originaron del relato titulado "La casa de los Massana en Suchitoto" (también publicado en MEMORIALES página principal).

Para: conyelias01@yahoo.com

Hola Cony.

Gracias por tus sugerencias y conceptos escritos en anterior correo, el cual lo he recibido con mucha atención de mi parte.

Creo que se podría hacer mucho con ese primer borrador que
pretende recordar todo lo vivido en Suchitoto.
A mí las ganas no me faltan para seguir tecleando en este tablero digitador y contemplador del "escribidor" informal que soy. Sin embargo algo me detiene para continuar y a veces prefiero guardar los textos en el disco duro para
después sacarlos a la luz, cuando haya pasado algún tiempo, que es cuando la gramática funciona mejor; pues las tildes y las comas se me escapan fácilmente, así, como también, las palabras correctas.
De todas maneras, lo que tú sabes de Doña Teodocia, me parece fundamental para agregarlo en el trabajo que hoy por hoy, sólo ha sido el primer intento por abordar ese barco en el que tú, Rolando, mamá y yo, nos dirigimos un día hacia esa tierra de chiltotas y ríos con riberas limpias donde el campesino se lavó los pies por primera vez después de la Conquista. Hablo del barco del recuerdo.

Manuel.
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Para: "Manuel Elías"

Fecha: domingo 29 de agosto de 2004

Asunto: la casa de los Massana en Suchitoto

Hola Manuel.

Me gustó el relato y me hizo recordar los años más
felices de mi niñez. El olor y el sabor de la comida
siempre ha estado conmigo, recuerdo la esencia de café
para la leche; y la salsa inglesa (proveniente de
Inglaterra, efectivamente). El Viernes Santo comíamos
bacalao con garbanzos y los viernes de cuaresma el
arroz llevaba garbanzos también. Me atrevo a sugerirte
que hagás varios relatos, comprendidos en Recuerdos de
Suchitoto.

Don Manuel, a quien llamé papá, era directo en su hablar,
quizá ateo o masón pero noble de corazón. En su
agonía por el cáncer del hígado, yo de apenas 5 años,
con una velita encendida, dí vueltas alrededor de su cama
de moribundo, dizque como angelito, para ayudarlo a
bien morir. Es la agonía más triste que yo recuerdo
de un ser humano, quien era "mi papá". Cuando murió
quedé huérfana, pues nunca supe lo que es un papá.

Doña Teodocia, en su mecedora de inválida y con un
chal sobre sus hombros, tejía bellezas en crochet; o
rezaba el rosario. Me contaba de los grandes campos
que su padre sembraba (en España) de coles (repollos
para nosotros), y también de todo lo que sufrió al
lado de la tía Conchita (q.e. p.d.).

Cony
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Hola Cony.

Ronald me ha pedido que hable otra vez de mis experiencias que viví en Suchitoto. Aquí lo complazco con este borrador en letra chiquita.

LA CASA DE LOS MASSANA EN SUCHITOTO.

Por supuesto no sólo vamos a hablar de la casa, sino también de don Manuel y la señorita Teodocia, españoles de origen. Los dos eran hermanos.

La casa era enorme. Cubría casi, una manzana de terreno, ubicada frente a la plaza central del pueblo. Al frente podía observarse la blanca iglesia con sus campanarios con cúpulas relucientes de platos cerámicos, a los que se llegaba por un interminable caracol de baldosas derruidas por el paso del sacristán encargado de sonar las campanas todas las tardes a la hora del ángelus.

Todo lo que sé y recuerdo de estos españoles que vivieron en este pueblito encantador de calles empedradas, de casitas blancas, caballos, mulas, conejos, palomas de castilla; lo iré consignando en este recuento de lo vivido en ese lugar maravilloso donde como niño me tocó ver y sentir.

Don Manuel era de oficio mecánico. Constructor de muebles pintados a duco y además estaba al frente de la tienda en la que atendía a los campesinos en día domingo cuando llegaban a comprar pilas para lámpara, o algún corte de dril para el pantalón del estreno y lucirlo en alguna fiesta campesina.

Por un rato dejaremos a don Manuel y a su única hermana en su casa. Nos iremos por ahí caminando hacia el río, al Río Lempa. Pasaremos por lo que ahora es la casa de Alejandro Cotto, luego seguiremos cuesta abajo sobre la calle cubierta de polvo en pleno verano. Cortaremos jocotos que en esta época comienzan a madurar. Nos subiremos a los cercos de piedra donde suelen brotar la hermosa flor de izote y más de alguna lagartija nos saldrá a nuestro paso de cipote escuelero salido de las clases en busca de nuevas emociones...

Ya, frente a la ribera del río, nos encontramos con hermosas sandías cultivadas por los lugareños. Una barcaza cruza el ancho y caudaloso Lempa. Al otro lado un rancho de paja y árboles de amate forman el paisaje mientras unas codornices alzan el vuelo.

¡Quién tuviera alas para volar con ellas...!

REGRESO A CASA.

La cena está servida. Frijolitos volteados fritos con aceite de oliva, plátano al almíbar, café de olla, arroz a la valenciana con "petit-pois" , y el pan francés con ajo que no podía faltar. Todo este manjar preparado por la negra cocinera que allá en la amplia cocina de cuatro hornillas con chimenea y con leños encendidos todavía, se preparaba para llevar algo de comer en una canasta de bambú a sus hijos y a su esposo Adrián, quien más parecía un jugador de fútbol del equipo Santa Lucía que un obrero con empleo. (primera parte).

Pintar un retrato es difícil, no digamos describirlo en palabras. Pero haremos el intento.

Don Manuel Massana era un señor de alta estatura, vestía casi siempre un holgado overol con tirantes.

(Paréntesis personal).

Se preguntaran algunas personas el por qué escribo estas cosas cuando lo mejor sería ponerme a hacer ejercicios físicos como levantar pesas o manejar una bicicleta de turismo o de montaña e irme a mover las piernas sobre la calle nueva hacia Nejapa y Quezaltepeque donde podría encontrarme con mi doble en una de esas modernas pasarelas construidas con el sudor de la frente de tanto obrero mal pagado.

Se preguntarán esas personas por qué estoy usando esta extraña máquina computadora, en la que no encuentro la clave para transferir un texto guardado y poder enviarlo p0r correo electrónico a la dirección de un alma como la de mi amigo Urbano, mi doble hermano, quien posiblemente me esté esperando en el barandal de la pasarela sobre la pista que conduce al pueblo donde nació el pintor Noé Canjura.


Tantas cosas supongo, se preguntarán

Lo que yo podría decir, si es que me lo preguntaran directamente, sería: que no tengo respuesta ante tantas y tan variadas interrogantes. Al final, el único que puede responder por mí sería mi gran amigo Domingo Urbano, quien por ahora se encuentra ausente, gozando de unas largas vacaciones allá en La ANTIGUA donde todo es tranquilidad y los turistas pueden pasear en chores, sombreros y chancletas.

Mi doble es Genaro a secas, y anda por ahí con una libreta de dibujo haciendo apuntes en plena calle.

Agosto, 2004.






















1 comentario:

Anónimo dijo...

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